Por Red Lacustre Opinión
El tiempo siempre termina poniendo a cada quien en su lugar. Y en el caso de Andrés Jouannet, ese lugar ha sido, una y otra vez, la irrelevancia. Lo confirman las urnas, lo confirma su partido y lo confirma la ciudadanía de un distrito que ya se cansó de promesas huecas y discursos inflados.
Jouannet llegó a la política nacional envuelto en un aura académica, con títulos, libros y la eterna frase de “expertise territorial” que repetía como mantra. Sin embargo, a la hora de la verdad, su paso por el Distrito 23 ha sido un fracaso estrepitoso. No logró reelegirse. No logró sostener una base política propia. Y no logró representar a las comunidades que decía conocer y defender.
Las cifras de la última elección no mienten: perdió rotundamente. Y no por un margen estrecho, sino quedando relegado a un espacio donde ya nadie espera grandes cosas de él.
Pero su debacle no termina en las urnas. Si su rol como diputado fue débil, su desempeño como presidente del movimiento Amarillos por Chile ha sido directamente catastrófico. Amarillos nació como una fuerza que prometía ser moderada, dialogante y sensata, pero bajo su conducción se convirtió en un barco que hace agua por todos lados.
Dirigentes que se van, bases que nunca se consolidaron, mensajes políticos contradictorios, y una total incapacidad para leer el pulso social o construir un relato que conecte con la ciudadanía.
Hoy Amarillos es, sin exagerar, un proyecto en estado terminal, sostenido más por la nostalgia de quienes alguna vez creyeron en él que por un liderazgo que lo impulse hacia adelante. Y ese liderazgo —o la ausencia de él— es precisamente responsabilidad de Jouannet.
La pregunta entonces es simple: ¿Cuánto más se puede estirar la agonía de un movimiento que ya no tiene rumbo, ni fuerza, ni futuro?
La respuesta es igual de simple: muy poco. Amarillos está condenado a desaparecer, y no por conspiraciones externas, sino por la conducción errática y autocomplaciente de quien se supone debía guiarlo.
El derrumbe político de Andrés Jouannet no es un accidente. Es el resultado natural de un estilo desconectado, de promesas incumplidas y de una incapacidad sistemática para construir algo que trascienda.
La ciudadanía ya habló. Sus pares ya hablaron. Y los números también.
A veces, la política necesita renovación. Y otras veces, simplemente necesita cerrar capítulos que ya no dan para más.
El capítulo de Jouannet es uno de ellos, y este distrito, el mismo que alguna vez confió en él, lo tiene más que claro.
