Marco Antonio Abarca
Psicólogo y Fundador Human Hub
La nueva ley Karin, que previene, investiga y sanciona el acoso laboral, sexual y la violencia en el trabajo, es una señal clara de la incapacidad para generar espacios laborales seguros de forma natural. Durante años, la cultura de competencia y tensión ha prevalecido, premiando resultados sin importar los medios.
La ley Karin, que entra en vigencia el 1 de agosto, establece que las agresiones pueden ser únicas o reiteradas. Aunque la ley proporciona pautas claras, me pregunto si solo tener estos protocolos es suficiente para abordar esta problemática compleja.
Nuestra experiencia sugiere que no lo es. Debemos mirar más allá de lo visible y examinar las raíces profundas que alimentan estas dinámicas nocivas. La tolerancia al maltrato por parte de algunos líderes y normalizadas por los equipos, justificada por su eficiencia, crea un entorno tóxico que sacrifica el bienestar de los empleados en aras del éxito financiero.
Es crucial formar y capacitar a los líderes para administrar el poder responsablemente y dar señales correctas en toda la organización. Los valores y el modelo de liderazgo virtuoso deben promoverse activamente, a fin de cuidar a las personas en equilibrio con el logro de los objetivos financieros.
Proponemos un enfoque que vaya más allá del cumplimiento de la ley. Debemos trabajar para crear una cultura organizacional basada en el respeto, la equidad y la empatía, con protocolos efectivos y relaciones saludables entre colegas y líderes.
En última instancia, debemos abordar las causas subyacentes de los problemas en el lugar de trabajo para crear entornos laborales donde todos puedan prosperar.
El inicio de la vigencia de esta ley, bajo nuestra mirada, supone un cambio de cultura, en lideres y equipos, y un desafío adaptativo transversal.