Miguel Sepúlveda Contardo
Docente Instructor y Coordinador Área de Voz
Carrera de Fonoaudiología
Universidad Autónoma de Chile, Sede Temuco
Difícil que el nombre de Val Kilmer no nos resulte familiar. Actor estadounidense, quien protagonizó decenas de películas aclamadas por la crítica, ha fallecido recientemente a los 65 años. Si bien ya ingresaba en la etapa de la adultez mayor, podríamos considerar su muerte como prematura, dado que la esperanza de vida supera los 75 años en muchos países. Sin embargo, más allá de su edad, me instigan las causas que rodearon su fallecimiento.
Los medios informan como causa oficial de su muerte una neumonía. Pero, al profundizar en sus circunstancias, aparecen términos como “cáncer de garganta” y “ciencia cristiana”, revelando que en 2014 fue diagnosticado con esta enfermedad y tomando una decisión que marcaría su vida: seguir un proceso de sanación espiritual mediante la oración, abandonando inicialmente todo tratamiento médico convencional. Este enfoque, promovido por la “Iglesia de Cristo, Científico” fundada en 1866, nace en una época sin los avances tecnológicos y científicos modernos y que, hasta hoy, sigue sin contar con respaldo empírico ni médico.
No pretendo indagar en la historia de la Iglesia ni en sus creencias, tampoco desestimaré el poder de la fe ni los casos de sanación documentados de distinta índole. Tal vez, la espiritualidad fue clave en el bienestar psicoemocional del actor durante su enfermedad. Sin embargo, me inquieta pensar que renunciara por años a tratamientos tradicionales, incluso a métodos alternativos con evidencia científica, creyendo que solo la oración bastaría para curar una enfermedad con altas tasas de morbimortalidad. Cabe señalar que, debido a la presión familiar, Kilmer accedió a recibir tratamientos convencionales, logrando extender y mejorar sus últimos años de vida. No obstante, el retraso en su tratamiento aceleró su discapacidad, con consecuencias que causaron una profunda transformación física y funcional.
Como fonoaudiólogo, esta historia no me deja indiferente. Hay muchas personas que se enfrentan a enfermedades debilitantes, y donde el acompañamiento terapéutico nos permite ver de cerca los costos y resultados de las distintas decisiones. Los trastornos que limitan la capacidad para vocalizar y deglutir son comunes en personas con afecciones graves en la laringe, el cual es el principal órgano protector de la vía aérea. Si esta protección se pierde o se daña severamente, el riesgo de neumonía aumenta y, con ello, también la inevitable muerte.
El caso de Val Kilmer nos obliga a reflexionar sobre las decisiones personales en el contexto de una enfermedad grave. Su fe lo llevó a confiar en la sanación espiritual, lo cual restringió más su vida social y laboral, pero pudo ser también un soporte emocional invaluable. Como profesional y como ser humano, me cuestiono su elección de orar como método de sanación, aunque no me corresponde juzgarlo. Debemos mirar lo que vive cada persona de manera compasiva, legitimando las decisiones personales, pues hay que estar en ese lugar para tratar de comprender la naturaleza de dichas decisiones.
Quizás Kilmer no logró recuperarse físicamente, pero muchos podrán pensar, con toda validez, que sí salvó su alma. Perdió su voz, pero su legado cinematográfico y las decisiones tomadas en sus últimos años han hablado por él. Y de seguro lo seguirán haciendo por muchos años más.