El país estima que podría lograr 15.000 toneladas anuales de un recurso clave para el sector tecnológico

Lo llaman el «oro azul» y aunque el nombre pueda llevarnos a pensar en joyería de fantasía es en realidad un guiño al enorme valor, tanto económico como práctico, de un metal bien conocido desde hace años en tecnología: el cobalto. Si bien no es tan popular como el coltán, la realidad es que ambos resultan indispensables para la elaboración de buena parte de los dispositivos electrónicos que usamos a diario. Y eso, claro está, lo convierte en un recurso codiciado en la industria.

Chile lo sabe y mira ya con un interés especial sus yacimientos.

¿Qué es eso del «oro azul»? Un apodo con el que se suele designar al cobalto. No es el único que lo usa. A lo largo de los años hemos echado mano de esa misma expresión para referirnos también al azul ultramar extraído del lapislázuli e incluso al agua o la lavanda, pero aun así sigue siendo oportuna cuando hablamos de cobalto, tanto por su tonalidad como por su valor para la industria.

De sus peculiaridades ya os hemos hablado en alguna ocasión. El cobalto es un metal ferromagnético, dotado de propiedades magnéticas similares a las del hierro y resistente al desgaste y la corrosión incluso bajo temperaturas elevadas. No es su única virtud. Asociado habitualmente a la extracción de cobre y níquel, soporta la tensión de una forma parecida a la del hierro y ofrece un abanico de aplicaciones que van del ramo sanitario a la fabricación de baterías, lo que le confiere una relevancia especial en plena transición hacia la movilidad eléctrica.

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